Política monetaria en tiempos de crisis
Sergio Lehmann Economista jefe Banco Bci
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Sergio Lehmann
Qué duda cabe, la política monetaria en el mundo, y en Chile con especial fuerza, ha jugado un rol clave para contener los impactos económicos y sociales de la pandemia, al tiempo que ha contribuido a una recuperación mucho más rápida de lo que se preveía tras la obligada semiparalización de las economías.
Además de llevar la tasa de política monetaria a mínimos, en torno a 0% en EEUU, negativa en Zona Euro y 0,5% en Chile, los bancos centrales han sido muy activos en introducir liquidez a través de la compra de bonos, además de haber diseñado mecanismos para sostener el crédito a las empresas imposibilitadas de funcionar de forma normal. De hecho, como nunca habíamos visto antes, a pesar de las profundas caídas que mostraba la actividad, el crédito a empresas creció con fuerza en 2020.
Esto fue fundamental para sostener el engranaje productivo y permitir una recuperación sostenida en cuanto se advirtieron signos de adaptación en las empresas frente a las duras restricciones sanitarias, a través del fortalecimiento de los canales digitales y de distribución.
Ello se potenció con la vacunación, llevando a que en los primeros meses de este año la actividad mundial recuperara los niveles previos a la pandemia.
El Banco Central de Chile, en adición a las potentes medidas implementadas para enfrentar la crisis, ha debido adoptar mecanismos para contener el impacto financiero de medidas mal diseñadas y onerosas del punto de vista económico y social, como han sido los repetidos retiros de fondos de pensiones. Es difícil estimar el costo asociado a estos mecanismos de contención, pero sin duda han llevado a limitaciones en el uso de herramientas de apoyo a la economía.
Esto significa, en lenguaje simple, que se han utilizado balas para contener los impactos negativos de medidas populistas, reduciendo la disponibilidad de municiones para acelerar la reactivación. La pregunta que se plantea ahora es cuándo deberían comenzar a retirarse los estímulos monetarios, reconociendo que la economía ha ido reafirmando su recuperación. Aquí el contrapunto entre la Reserva Federal de EEUU y el Banco Central de Chile se ha tornado evidente en lo último. Mientras la Fed contempla que recién en 2023 comenzará a subir su tasa de política, en Chile esto ocurrirá en el corto plazo. Si bien la inflación ha subido, buena parte responde a factores transitorios derivados de limitaciones en la producción de algunos bienes, así como a mayores costos de transporte. Otra parte recoge una demanda más dinámica, pero reconociendo que los impactos de la pandemia aún son profundos y que la recuperación del mercado laboral será lenta. Por lo mismo, la política monetaria en nuestro país continuará siendo de estímulo en los próximos años, aunque se ha hecho saber de la necesidad de recalibrar el impulso producto de los fuertes incrementos previstos del gasto.
Esto ha respondido, además de los masivos apoyos que ha entregado el gobierno, a la gigantesca liquidez que reconoce la economía, asociada en buena parte a los retiros de fondos de pensiones, mal focalizados y que han debilitado la institucionalidad. Esto significa que al menos algún componente de las alzas de tasas a implementarse en lo próximo responde a las presiones inflacionarias que surgen de esta medida. Ello da cuenta, en una dimensión que se suma a la baja prevista en pensiones, de que medidas mal concebidas tienen un alto costo, que más temprano que tarde se paga afectando el bienestar social.